"Una de mis anomalías visibles es
una pierna corta, un zapato ortopédico, un bastón.
Aunque no quiero preocuparme,
suscito gestos de impaciencia y empujones
porque todo el mundo anda a paso de marcha
y además carga con otras prótesis:
mochila o bolsón, teléfono portátil, botellones de agua mineral.
Y una especie de ceguera parece ser una anomalía generalizada."
María Elena Walsh. “Fantasmas en el Parque”.
Hablábamos una tarde fresca de lluvia con mi amiga la Car (nos dimos cuenta que su nombre con artículo, particularidad local ineludible, es un palindroma, es decir, una palabra que se lee igual de atrás para adelante que de adelante para atrás: la car lacarlalacarlacar y así…) sobre diversas cuestiones. Yo estaba leyendo esta novela autobiográfica de María Elena, y compartía con ella este fragmento que transformé en epígrafe de este mail amarillo. A raíz de él, ella me decía que cuando camina tiene un dominio del espacio tal, que muy rara vez se choca con la gente en la calle y le atribuía esta cualidad a los años de estudio y práctica de danza folclórica que tuvo cuando era más chica. Entonces yo le dije que podía ser, pero que la cuestión pasa por otro lado.
Yo, por ejemplo, nunca estudié danza en mi vida y, sin embargo, tengo una obsesión con esto del manejo del espacio, y conozco gente q es igual, q rara vez empuja a alguien y es muy cuidadosa, porque caminar por la calle, señores, es una cuestión ideológica.
Con esto quiero decir que, uno es en la calle lo que es en la vida, eso puede verse, verificarse. Tiene que ver con la visión y la importancia que uno le da al otro, aunque ese otro generalmente sea un extraño, un cuerpo anónimo en el mar de cuerpos que ondean en los espacios públicos. Uno puede observar en la calle; observar posturas, actitudes, miradas; uno puede medir a partir de estos elementos las contradicciones filosóficas de la física, por ejemplo: uno claramente ocupa un lugar en el espacio, uno es materia visible; sin embargo, cuando en una vereda angosta se encuentran 4 personas y se paran a conversar, en hora pico, uno pasa, de este estado mencionado anteriormente, a la desintegración inminente, pasa a un estado de invisibilidad tal que, aunque pida explícitamente permiso no será escuchado y deberá bajar del cordón con el riesgo de ser embestido por la impetuosa estampida vehicular porque, dicho sea de paso, para casi todos los automovilistas, la instancia material del peatón directamente no existe.
Y entonces, no ha de sorprendernos que esta gente sea la misma que, cuando vas a un kiosco que está lleno o cualquier negocio donde se atienda por orden de llegada y no existan los burocráticos y rigurosos numeritos, se te va a adelantar y te va a anular habiéndote visto ahí paradote desde antes, porque "no hay nadie" q les diga nada.
Y entonces, no ha de sorprendernos tampoco que esa misma gente sea la que, cuando le toca manejar, toca bocina desde el auto cuando hay un embotellamiento por un accidente de tránsito y ni le interesa si los que chocaron están vivos o muertos.
Y entonces, no ha de sorprendernos tampoco que esta misma gente sea la que mira con horror a los cartoneros en las calles y se cruza de vereda porque les da miedo o verguenza caminar por ahí.
Y entonces, no ha de sorprendernos que esta misma gente, la que trasciende los cuerpos con la mirada para llegar a donde quiere llegar en la calle, sin importarle nada más; sea la misma gente que hace lo propio en otros campos de la vida “social”: el otro importa, en tanto y en cuanto, le es útil en algún punto, sino no existe; y en tanto y en cuanto el otro represente una amenaza en su camino de bienestar reaccionará y dirá cosas como: “hay que sacar a los vendedores ambulantes de las calles porque dan mala imagen”, “dejen de repartir planes trabajar para esos vagos”, “el que mata tiene que morir”, pero no les importa a dónde va a parar la gente si se la saca de la calle, de qué viven los desocupados si no tienen planes ni tampoco se generan fuentes de trabajo DIGNO, ni pensar porqué un tipo mata a otro, porqué NECESITA robar, porqué es un niño y está armado y drogado, porqué se le echa la culpa al pobre de todo, a quiénes les conviene, PORQUÉ pregunta ausente ¿Por qué? Porque no es su problema, porque “qué culpa tengo yo de que la gente muera de hambre, pobreza hubo siempre”…y más tristes etcéteras, SOLUCIONES? Lo mismo: no es mi problema.
Por todo esto, el caminar es una cuestión claramente ideológica, hay que dejar de empujar anulando a la gente (este acto es un símbolo que se expande como un cáncer, hay q combatirlo) , hay que observar más, hay que pensar más en los demás, aunque no le sepamos el nombre, es urgente, el caminar deviene en una paradoja horrible: la metáfora más acabada de la más brutal impersonalidad, donde no importa nada más q uno mismo.
Como para que meditemos un poco, porque en los actos más banales está la explicación más profunda de los grandes problemas sociales que tenemos y porque creo en la transformación progresiva de las cosas es que escribo, porque creo en la alternativas, porque CREO...
Kill Bill
una pierna corta, un zapato ortopédico, un bastón.
Aunque no quiero preocuparme,
suscito gestos de impaciencia y empujones
porque todo el mundo anda a paso de marcha
y además carga con otras prótesis:
mochila o bolsón, teléfono portátil, botellones de agua mineral.
Y una especie de ceguera parece ser una anomalía generalizada."
María Elena Walsh. “Fantasmas en el Parque”.
Hablábamos una tarde fresca de lluvia con mi amiga la Car (nos dimos cuenta que su nombre con artículo, particularidad local ineludible, es un palindroma, es decir, una palabra que se lee igual de atrás para adelante que de adelante para atrás: la car lacarlalacarlacar y así…) sobre diversas cuestiones. Yo estaba leyendo esta novela autobiográfica de María Elena, y compartía con ella este fragmento que transformé en epígrafe de este mail amarillo. A raíz de él, ella me decía que cuando camina tiene un dominio del espacio tal, que muy rara vez se choca con la gente en la calle y le atribuía esta cualidad a los años de estudio y práctica de danza folclórica que tuvo cuando era más chica. Entonces yo le dije que podía ser, pero que la cuestión pasa por otro lado.
Yo, por ejemplo, nunca estudié danza en mi vida y, sin embargo, tengo una obsesión con esto del manejo del espacio, y conozco gente q es igual, q rara vez empuja a alguien y es muy cuidadosa, porque caminar por la calle, señores, es una cuestión ideológica.
Con esto quiero decir que, uno es en la calle lo que es en la vida, eso puede verse, verificarse. Tiene que ver con la visión y la importancia que uno le da al otro, aunque ese otro generalmente sea un extraño, un cuerpo anónimo en el mar de cuerpos que ondean en los espacios públicos. Uno puede observar en la calle; observar posturas, actitudes, miradas; uno puede medir a partir de estos elementos las contradicciones filosóficas de la física, por ejemplo: uno claramente ocupa un lugar en el espacio, uno es materia visible; sin embargo, cuando en una vereda angosta se encuentran 4 personas y se paran a conversar, en hora pico, uno pasa, de este estado mencionado anteriormente, a la desintegración inminente, pasa a un estado de invisibilidad tal que, aunque pida explícitamente permiso no será escuchado y deberá bajar del cordón con el riesgo de ser embestido por la impetuosa estampida vehicular porque, dicho sea de paso, para casi todos los automovilistas, la instancia material del peatón directamente no existe.
Y entonces, no ha de sorprendernos que esta gente sea la misma que, cuando vas a un kiosco que está lleno o cualquier negocio donde se atienda por orden de llegada y no existan los burocráticos y rigurosos numeritos, se te va a adelantar y te va a anular habiéndote visto ahí paradote desde antes, porque "no hay nadie" q les diga nada.
Y entonces, no ha de sorprendernos tampoco que esa misma gente sea la que, cuando le toca manejar, toca bocina desde el auto cuando hay un embotellamiento por un accidente de tránsito y ni le interesa si los que chocaron están vivos o muertos.
Y entonces, no ha de sorprendernos tampoco que esta misma gente sea la que mira con horror a los cartoneros en las calles y se cruza de vereda porque les da miedo o verguenza caminar por ahí.
Y entonces, no ha de sorprendernos que esta misma gente, la que trasciende los cuerpos con la mirada para llegar a donde quiere llegar en la calle, sin importarle nada más; sea la misma gente que hace lo propio en otros campos de la vida “social”: el otro importa, en tanto y en cuanto, le es útil en algún punto, sino no existe; y en tanto y en cuanto el otro represente una amenaza en su camino de bienestar reaccionará y dirá cosas como: “hay que sacar a los vendedores ambulantes de las calles porque dan mala imagen”, “dejen de repartir planes trabajar para esos vagos”, “el que mata tiene que morir”, pero no les importa a dónde va a parar la gente si se la saca de la calle, de qué viven los desocupados si no tienen planes ni tampoco se generan fuentes de trabajo DIGNO, ni pensar porqué un tipo mata a otro, porqué NECESITA robar, porqué es un niño y está armado y drogado, porqué se le echa la culpa al pobre de todo, a quiénes les conviene, PORQUÉ pregunta ausente ¿Por qué? Porque no es su problema, porque “qué culpa tengo yo de que la gente muera de hambre, pobreza hubo siempre”…y más tristes etcéteras, SOLUCIONES? Lo mismo: no es mi problema.
Por todo esto, el caminar es una cuestión claramente ideológica, hay que dejar de empujar anulando a la gente (este acto es un símbolo que se expande como un cáncer, hay q combatirlo) , hay que observar más, hay que pensar más en los demás, aunque no le sepamos el nombre, es urgente, el caminar deviene en una paradoja horrible: la metáfora más acabada de la más brutal impersonalidad, donde no importa nada más q uno mismo.
Como para que meditemos un poco, porque en los actos más banales está la explicación más profunda de los grandes problemas sociales que tenemos y porque creo en la transformación progresiva de las cosas es que escribo, porque creo en la alternativas, porque CREO...
Kill Bill
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