sábado, 11 de septiembre de 2010

De la relación entre trenes cariocas y peluches

Si no escribís sobre esta noche no viniste, loca.
Franco V.

Anoche yo estaba tranquila en mi casa, tratando de arrancar con un artículo (que tendría que haber terminado hace mucho y no lo hice como así tampoco sigo no haciéndolo en este momento al estar escribiendo), y llegó una caravana de seres, encabezada por una de mis convivientes, que me abdujeron horizontalmente de mi cueva platónica hacia la calle, camino a una fiesta. La cosa es que no hubo lugar a objeciones, presa de una inercia irreflexiva busqué rápidamente mis cosas y nos fuimos. ¿Porqué estoy subida en este taxi yendo a una fiesta si yo tendría que estar durmiendo para levantarme temprano y seguir escribiendo?, ¿porqué siempre hago lo mismo y me dejo tentar?. Pregunta efímera como un trueno que atravesó mis ojos que miraban las casas pasar por la ventanilla como las hojas de un libro movidas por un golpe de viento súbito e inesperado, no tenía sentido la culpa, ya está, había salido y punto y a peláse.
El caso es que llegamos al lugar donde tocaba una banda de reggae y al cabo de un rato estábamos muy divertidos todos siendo muy felices. A tal punto llegó la felicidad que se armó un descolocante e improvisado tren carioca, en este caso rebautizado por todos como el tren carioca-reggae, conformado paródicamente por la autogestión de 3 personas.
Ahora bien, este evento que podría pasar sin pena ni gloria por la vida de cualquiera, en la nuestra ocasionó una conmoción filosófica de magnitud babélica. Lo que detonó todo el debate que vino después fue que Fede, uno de los la caravana de mi perdición, dijo algo así como que cuando llega la espontaneidad, nos llega a todos. Entonces indignada y risueña al tiempo por la ingenuidad de esta expresión largué en medio de la oscuridad la siguiente afirmación: -El tren carioca se inventó como excusa para tocar cinturas-.
Luego de este intercambio, en silencio unánime nos fuimos afuera a fumar un pucho y creo que a sabiendas de que debíamos explayarnos más sobre estas ideas. No terminamos de salir que Fede dijo resignado y con gesto de sonrisa entristecida: -mierda, ya no se puede ni elegir ser locomotora del tren carioca-como quien manifiesta un pensamiento en voz alta. No entendí mucho porqué cuestión particular de su vida lo dijo, pero sí creo que tiene razón en que cada vez se puede elegir menos. Y continué con la idea que había dejado pendiente adentro diciendo que basta de hipocresía! que la gente se hace la espontánea fingiendo estar poseída por un místico espíritu festivo de serpentinas y nudos de corbatas en la sien cuando en realidad todo está recontra planificado, sale premeditadamente de atrás de oscuras columnas, de la absoluta nada y “justo” aterriza atrás de la silenciosamente codiciada presa. Pero Fede pone en duda que sea la cintura el lugar exacto donde se depositan las manos de estos falsos carnavalizados, dice que es un lugar muy particular que no es la cintura, es la unión de la cintura y la cadera. Nos quedamos pensativos. Entonces llega la Dara, ella sí maquinista de la caravana e instigadora de que yo esté en ese lugar, y la ponemos a tono de la charla. Entonces dice que mi teoría podría ser, pero hace agua con los casos de gente que pone sus dos manos sobre tus hombros en el tren, que este gesto es menos arrecho. Pero inmediatamente le rebato esta falsa excepción diciéndole que esa actitud también entra, que es una clara mimesis de los aguiluchos rampantes que sobrevuelan a sus presas y cuando ven la oportunidad zaz! con las garras se las llevan volando del lomo. Y ahí nomás, asocié garras con gancho, y agregué: -o como las maquinas para sacar el osito de peluche con el gancho no?. Entonces la Dara dice que es verdad y que a veces gastas muchas fichas y no sacas ningún peluche. Entonces entre risas pregunto:-¿de qué estamos hablando en el fondo?- cuando todos sabemos que esta idea es disparadora de mil analogías. Fede vuelve al tema y dice que es cierto y que encima hay que tener cuidado con que no venga otro antes y se lleve el peluche que hace horas estás mirando y pensando cómo vas poner el gancho para poder sacarlo; y ni hablar de cómo te las ves si el otro lo saca y se va con un gesto burlista, casi riéndose en tu cara. Bueno-dice la Dara- pero si no sacaste el peluche de la máquina es también porque el peluche no te eligió-. -Claro-digo-está buena esa idea porque contempla la dialéctica y no ve al peluche como un elemento inerte, despojado de responsabilidad en la situación-. Mi problema-continúo- es que siempre quiero sacar los peluches del fondo de la cabina y x eso nunca saco nada. A lo que la Dara responde:-claro, ahí apuntando a la patita de ese peluche que sale apenas… querida, lo que pasa es que primero tenés que sacar todos los que están en la superficie para llegar al fondo.
Tengo entonces una revelación epifánica y encuentro el empalme perfecto para otra teoría que dejé en el olvido hace un tiempo. Los peluches de la superficie de los que habla la Dara, para sacar de una vez x todas de la abstracción esta teoría en la que venimos embalados, vendrían a ser aquellos sujetos con los que una se termina encariñando tanto hasta asexuarlos en esa categoría tan incómoda de los tiernos osos de peluche para poner en la estantería. Seres cuya característica fundamental es la perseverancia inquebrantable en querer colarse en la estantería de abajo, donde se encuentran las inasibles estatuillas olímpicas, y que nunca aunque quieran podrán serlo, nacen como peluches y mueren como peluches y, más aun, con el paso del tiempo se irán llenando de tierra. Como se ve, esta categoría es prácticamente irreversible: convertirse en oso de peluche en la vida de una mujer, es un viaje sin regreso a la estantería más alta (que irónicamente es lo más bajo, el ultimo orejón de tarro digamos, en el ranking de fantasías). Ahora bien, las estatuillas vendrían a ser aquellos seres a los que aspiramos con ojos brillosos de ilusa y que por lo general constituirían la categoría de los muñecos articulados, y en la vida, los confundidos, o simplemente los hijos de puta. Todo esto, una jerarquía masoquista de estanterías simbólicas.
Luego de este debate, volvemos adentro pensativos, la noche abre otra puerta delirante, otro nivel de percepción del cual hablaré en otro relato que tentativamente podría llamarse: Lumpenaje maluco, pero aun no se. Lo que si les aseguro es que merece ser contado, así como tambien creo que valió la pena ser sacada de mi casa para contar este debate de interés general, o no?
Salut
La Kill

5 comentarios:

kirjoittaja dijo...

You have a very nice blog! Good reading.
Drunknmunky - Pikavippivinkit

Vero Juliano dijo...

Kill, me permito la cita y quedo a la espera del amarillismo encadenado. Salute!

"Un osito de peluche de Taiwan,
una cáscara de nuez en el mar,
suavecito como alfombra de piel,
delicioso como el dulce de leche"

victoria dijo...

Uy, me fui en un "tren carioca-reggae" lleno de ositos de peluches de los que quedan arribita nomás.

El Gaucho Santillán dijo...

La analogìa con la màquina de peluches, es interesante. Me dejò pensando.

Pero en los trenes, prefiero ser "Furgòn de cola". Por las dudas, vistessssss?

(vos sabès que no actualiza tu blog en mi lista? Algo pasa.)

Un abrazo.

Kill Bill dijo...

Vero! gracias x la intertextualidad, no esperaba menos bizarría de tu parte;
Vic! mi problema es q ni siquiera hay cuerpos de peluches pretéritos flotando en la superficie, pero está todo bien, parece q con la primavera viene la caravana de muñecos articulados! jaja;
Gaucho! no había pensado en esa opción del remate biblico en el trencito: "los ultimos serán los primeros" y no se xq no se actualiza, tal vez como adheris a tantos blogs se te paso xq entre hace poco, o no se la verdad...
abrazos a rolete!